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Carlos Fernández Renau es uno de los más reputados criadores de Caniches Gigantes en el mundo. Su supercampeón Flash en Estados Unidos podría valer 150.000 euros. No lo vende. Es capricho de estrellas.

Este caniche gigante de color negro tiene cuatro años de edad y se llama Flash. Es su nombre casero, porque el artístico es Del Zarzoso Negro Zumbón. Ahí donde lo ven, Flash es una auténtica estrella perruna: se ha alzado con el título de campeón entre todas las razas del trofeo de Morfología Canina celebrado en 2013 en Sevilla, así como con seis primeros puestos de su categoría. Su dueño, Carlos Fernández Renau (Madrid, 1949), no es un aficionado: lleva 50 años criando ejemplares de esta singular raza.

Renau recibe a Fuera de Serie en su finca El Zarzoso, situada en la localidad madrileña de Fuente El Saz de Jarama. Su agenda es muy apretada y sus viajes alrededor del mundo buscando, y juzgando en concursos internacionales, los mejores poodles (el nombre que recibe esta raza en inglés), muy frecuentes. Por ello, han hecho falta más de seis meses para concertar esta cita. "Acabo de llegar de México y mi siguiente viaje es a Bangkok, Tailandia. Conozco mi agenda con dos años de antelación", explica.

Amante de los animales, comenzó en este mundo por casualidad. "Mi familia materna tiene una finca en Salamanca, donde empecé a montar a caballo casi al mismo tiempo que a caminar. Pero, por tamaño, el único animal que podía tener en mi casa en Madrid era un perro", recuerda. Así fue como, cuando él tenía 14 años, su tío importó de Alemania una dachshund o teckell de pelo largo, que utilizaba para cazar. "Le dije: la voy a presentar a exposiciones. Empecé a llevarla a concursos y a criar con ella. Hice seis generaciones de perros campeones nacidos en mi casa. Nunca se la devolví", relata.

Sin embargo, a Renau la raza se le quedó pronto pequeña. "En las competiciones no es un perro llamativo y me costaba ganar premios en los que participaban todas las razas", apunta. El destino hizo que en 1976 llegase a sus manos Penny, una hembra de caniche gigante. "Fue mi desgracia: tanto su físico como su carácter me enamoraron por completo", rememora con brillo en los ojos. Penny murió joven y no tenía calidad como para competir y criar con ella, pero el gusanillo ya había picado a Renau. Hizo las maletas rumbo a Inglaterra, "para buscar algo más serio". Allí compró a Wendy, una cachorro de madre inglesa y padre americano. "Para su primer cruce fuimos hasta EEUU, cerca de las cataratas del Niágara. Tomarse en serio esta afición no es cruzar el perro con el del vecino. Se viaja por todo el mundo tratando de encontrar lo mejor", señala.

Wendy fue la primera de una saga de campeones y la que dio lugar al afijo El Zarzoso, el apellido que llevan todos sus animales. "Nunca he comprado ninguna otra perra. Todas mis hembras han sido descendientes de ella, porque de cada camada me he ido quedando con algunas de sus hijas, nietasÂ… que he ido cruzando", dice. Renau afirma que la última vez que contó había criado más de 1.000 perros, 350 de ellos campeones. "He ganado el número 1 entre todas las razas en muchos países: Finlandia, México, Argentina; el número 3 en EEUU, también en InglaterraÂ… Estoy muy orgulloso de todos ellos". Y aunque no tiene página web ni tarjetas de visita, el nombre de Carlos Fernández Renau y el afijo El Zarzoso son sinónimo de calidad en el mundo canino.

La conversación la interrumpe una llamada telefónica. Al otro lado, su hermano, arquitecto, le informa sobre unos detalles de la construcción de su nueva casa, situada en la misma finca, el lugar donde dice ser completamente feliz. "El único loco que hay en mi familia soy yo. Empecé Económicas y lo dejé. Soy el mayor de ocho hermanos y todos los demás, menos yo, son normales: hay un arquitecto, una veterinaria, dos ingenieros de caminos, una bióloga, una economista...". "Mi familia tampoco quería que estudiase Periodismo", me atrevo a decirle, "por lo de que es difícil encontrar trabajo y es una profesión que siempre está en crisis". Sonríe. "Al final cada uno tiene que hacer lo que le gusta. Solo vivimos una vez", sentencia.

 

 

Su pasión

Para Renau la cría para concursos no es un negocio, sino una forma de vida. "Nunca hago una camada pensando en vender los cachorros, sino en mejorar lo que ya tengo". Eso sí, reconoce que en Europa no se puede vivir del mundo de las exposiciones y que es necesario tener otro trabajo, aunque en su caso también está relacionado con los animales. "Mi principal fuente de ingresos proviene de mi residencia (15 euros por animal y noche) y peluquería caninas (con precios de entre 50 y 100 euros en función de la raza y el tipo de arreglo)". A sus 65 años, no piensa en jubilarse: "Este mundo no se puede dejar. Siempre pienso que la próxima camada va a ser la mejor. Además, quiero probar con otras razas, como el dachsund miniatura".

La situación es muy diferente en Estados Unidos. Allí los perros campeones son considerados auténticas estrellas y existe la profesión de presentador, que es la persona que, a cambio de un sueldo, se encarga de cuidarlo y de llevarlo a las exposiciones. "Uno de mis animales más famosos, Gordon, fue contratado por un empresario. Este, a su vez, contrató a un presentador profesional que llevaba al perro por todo el país. Tuvo una campaña increíble", cuenta. Terminó el número 3 de entre todas las razas, por detrás de un pastor alemán y de un terrier. "Fue un triunfo, porque los otros dos no tenían que someterse a las cuatro horas de peluquería que necesita un caniche gigante para dar forma a su pelo ensortijado y podían viajar en un avión privado para presentarse a más de una exposición en el mismo día", añade. El precio que puede alcanzar un gran campeón es de hasta 150.000 euros. Eso sí, nadie quiere vender uno.

En América, ganar un concurso de morfología canina no es una cuestión de ingresos, sino de prestigio, pues el dinero que se obtiene no es elevado y poco más que da para cubrir los gastos. "Es una mentalidad americana. Quieren ser los mejores en todo y, por qué no, también en este tema. Además, allí las exposiciones caninas se consideran un bien de interés cultural por lo que, a la hora de hacer la declaración de la renta, es posible desgravarse impuestos por ello, algo que beneficia a las grandes fortunas", apunta.

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